Un abrazo en el camino

Programa de acompañamiento psicológico – espiritual 

Te ofrezco un abrazo cálido en forma de apoyo personalizado, disponible tanto en consulta como en visitas domiciliarias. Además, mi compromiso contigo es total: estoy disponible para visitas hospitalarias y ofrezco guardias de acompañamiento 24/7, asegurándome de que nunca te sientas solo/a en este camino. El final de la vida es un momento de profunda reflexión y conexión. Entiendo que este período puede ser abrumador, lleno de emociones intensas y preguntas difíciles. Pero quiero que sepas que estoy aquí para ti, para ofrecerte un espacio seguro y amoroso donde puedas explorar tus sentimientos más profundos y encontrar consuelo en tu fe y espiritualidad. Mi propia experiencia personal me ha enseñado la importancia de este acompañamiento. 

Sé lo que significa perder a un ser querido y cómo puede transformar nuestras vidas. También estoy aquí para acompañar a la persona que se prepara para partir. Creo firmemente que el camino al final de la vida puede ser tan sagrado como el de la llegada. Es por eso que ofrezco una presencia amorosa y compasiva para hacer que este viaje sea lo más ameno y lleno de amor posible. Utilizando técnicas de relajación, visualización y escucha empática, estoy aquí para ofrecer consuelo y apoyo a aquellos que están dando su último paso en este plano terrenal. 

Componentes del Acompañamiento

  • Apoyo Emocional

    Te ofrezco mi corazón abierto y mis oídos atentos para escuchar tus emociones más profundas, sin juicio ni presión. Aquí, tienes un lugar seguro para expresarte libremente. 

  • Exploración Espiritual

    Reconozco y honro tus creencias y prácticas espirituales. Te ofrezco orientación amorosa para que puedas encontrar consuelo y significado en tu fe, si así lo deseas.

  • Acompañamiento Familiar

    No estás solo/a en este viaje. Trabajaremos juntos/as para apoyar a tus seres queridos, facilitando la comunicación y el entendimiento mutuo en este tiempo tan especial.  

Mi último abrazo con Lili

"Hija, qué guapa y qué joven eres", Así me recibe Lili, mi paciente. La miro con amor, le doy las gracias y le digo que también la veo bella... Ella empieza a llorar como si hubiese desempolvado el dolor de toda una vida... "no pierdas tu tiempo conmigo, no merece la pena" me dice, a lo que le respondo que en este momento no existe nada más importante para mi que estar con ella, aquí y ahora, me repite que no pierda el tiempo, me habla de su miedo a la muerte, me dice: "es que me voy a morir dentro de nada, hija", respiro esta frase, la siento muy adentro y pienso: "Lili, yo también le tengo mucho miedo" pero recuerdo que estoy ahí para sostenerla, le cojo de la mano y le digo "cuéntame, aquí estoy" y me habla de lo enfadada que está con Dios y me habla de lo dura que ha sido su vida, llena de pérdidas, dolor, exilio... y veo las arrugas de su cara, que se mojan por sus lágrimas... me dice que le preocupa dejar sola a su hija en el mundo, así que decido compartir con ella que los hijos nunca nos quedamos solos en el mundo porque a pesar de perderles, les llevamos muy adentro, en la forma de caminar, en la forma de reír, de llorar, de bailar, de existir... y que eso es infinito e imborrable. Le hablo como una hija que ha perdido a su padre y que le lleva en cada paso que da, en cada risa... Me pregunta si su madre y su abuela le esperan en el cielo, me dice que saber esto le daría paz... Acabamos la sesión cogidas de las manos, le acaricié el pelo, le sequé las lágrimas, la tapé con una manta y le dije que la recordaría siempre. Papá, allá donde estés, va una amiga mía, es majisima... Te echo de menos, hoy... aquí.. ahora...
mucho!